Septiembre en Chiapas

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domingo, 31 de octubre de 2010

EU: elecciones críticas






(31 octubre 2010).- 


Obama llega debilitado a las elecciones de medio término, pero no sería la primera vez que un Presidente norteamericano pierda la mayoría en la Cámara y el Senado




Por Zoé Robledo.-




"Los políticos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia y por la misma razón".

Popular calcomanía para coche de venta en temporada electoral.

A la mitad de su primer periodo como presidente de los Estados Unidos de América muchos lo empiezan a considerar un cadáver político. Está a punto de perder la mayoría del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y se esfuma la posibilidad de su reelección. Mientras tanto, del otro lado del pasillo, el ala más conservadora del Partido Republicano ofrece un "Contrato por América" que propugna la reducción del tamaño e intervención del gobierno y la reducción de impuestos.

Todos lo culpan a él. Él y su obsesión por reformar el sistema de salud. Él y sus ideas de cambio. Él y el protagonismo de su esposa.

Él es... Bill Clinton. Era 1994, y por primera vez en 40 años los demócratas perdieron la mayoría de ambas Cámaras, la de Representantes y el Senado. Al intentar una reforma profunda del sistema de salud, Clinton fracasó estrepitosamente; contagió al Partido Demócrata con el estigma de la derrota; debilitó a sus candidatos y todo se vio reflejado en los resultados electorales: perdió 54 escaños en la Cámara de Representantes. La de 1994 fue su derrota: un masivo y dramático repudio al Presidente y sus políticas. Muchos encuestadores y analistas predecían el fin adelantado de su Presidencia. Y se equivocaron. Dos años después de su abrumadora derrota legislativa, Clinton logró lo que ningún otro Presidente demócrata había alcanzado desde Franklin Delano Roosevelt: reelegirse.

Hoy muchos creen que ese guión se repite. Que en su primera elección intermedia, Barack Obama se dirige irremediablemente hacia un gobierno dividido. Que el Partido Demócrata perderá la mayoría en el Congreso, escaños claves en el Senado y muchas gubernaturas. Que el Tea Party generará un nuevo equilibrio del sistema político estadounidense. Que a la mitad de su primer periodo como presidente de Estados Unidos Obama es un cadáver político. Quizá para entender el significado real de ese proceso hay que desagregar las distintas elecciones y esbozar los posibles resultados. Porque uno es el resultado del 2 de noviembre, que redistribuirá el poder; y otro, muy distinto, el del 3 de noviembre, que podría realinear la política de Estados Unidos.

Cámara de Representantes

La Cámara de Representantes se compone de 435 congresistas, que actualmente están distribuidos en 255 demócratas y 178 republicanos (los dos escaños restantes están vacantes). Una pregunta que ha surgido es si los demócratas perderán esa mayoría. Es difícil pero no improbable. Para que los republicanos ganen la mayoría de la Cámara de Representantes deben mantener todos sus escaños y conquistar, por lo menos, otros 42. A partir de ese número de escaños que cambien su filiación partidista, el control de la Cámara de Representantes pasará a manos de los republicanos. Según la página web independiente RealClearPolitics, cuyo agregado de encuestas se ha convertido en un referente incluso para otros medios, los demócratas tienen seguros 179 escaños, los republicanos 223, por lo que la definición está en las 33 elecciones más reñidas donde se reportan empates técnicos. Para el analista del New York Times, Nate Silver, en su blog FiveThirtyEight, los republicanos tienen 75 por ciento de posibilidades de lograr la mayoría.

La historia reafirma esta opinión. Desde el mandato de Abraham Lincoln, es casi una regla que el partido del Presidente pierda escaños en la Cámara baja en elecciones legislativas intermedias. Las grandes excepciones son tres: Roosevelt en 1934; Clinton en 1998 y la elección intermedia en el primer periodo de George W. Bush en el año 2002.

Algunas veces perder asientos significa también la pérdida de la mayoría; en otras sólo un reacomodo parcial. Pero, a pesar de que transferir 42 escaños de un partido a otro parece una meta inalcanzable, ocurre con más frecuencia de lo que se cree. Desde 1910 son 12 los presidentes que han perdido un número mayor a 42 escaños en una elección intermedia: Desde William Howard Taft, cuyos aliados republicanos perdieron 57 asientos en la elección de 1910; pasando por los 72 que perdió Roosevelt en 1938 luego de la recesión de 1937; los 48 congresistas demócratas que perdió Lyndon B. Johnson en plena guerra de Vietnam (1966) y los 48 republicanos que le costó a Nixon el escándalo Watergate en 1974.

Esos reacomodos son rutinarios en la política estadounidense. Lo que preocupa, más que la redistribución es el realineamiento. Y es que los republicanos podrían estar ganando escaños demócratas, pero perdiéndolos frente al Tea Party. Según un análisis de cada una de las elecciones de congresistas y senadores, realizado por el New York Times, existen 129 candidatos al Congreso y 9 al Senado que son apoyados de forma significativa por el Tea Party. Y nada asegura que, una vez en funciones, algunos de estos candidatos radicales opten por dar la espalda al partido que los postuló pero al que no le deben la victoria electoral.


Senado

El Senado norteamericano está compuesto por 100 integrantes. Hasta el 19 de enero de este año, los demócratas contaban con lo que se conoce como una "supermayoría", o mayoría absoluta, de 60 escaños, lo que les permitía superar cualquier intento de veto o de imposición de mociones dilatorias por parte de los 40 senadores republicanos en el proceso legislativo. Pero ese anhelado escenario político llegó a su fin en enero y de forma casi profética.

En enero, en Massachusetts, se celebraron elecciones especiales para ocupar un asiento vacante en el Senado: el que ocupó el legendario Ted Kennedy durante casi 47 años de forma ininterrumpida. Los demócratas estaban confiados de conservar esa posición, sobre todo si se considera que ese estado, además de ser la tierra de la familia Kennedy, apoyó abrumadoramente a Obama en 2008 con 61.8 por ciento de la votación. Pero la elección dio un vuelco que pocos esperaban: ganó el candidato republicano, Scott Brown, un político ultraconservador impulsado por el Tea Party, que es recordado por haber posado desnudo en 1982 para la revista Cosmopolitan como el "hombre más sexy de Estados Unidos". En enero, en Massachusetts, los demócratas quedaron vulnerables al bloqueo republicano en el Senado, lo que muchos entendieron como el preludio de las elecciones de noviembre.

Y es cierto, los demócratas podrían perder la mayoría en el Senado (59 escaños contra 41 republicanos), o por lo menos reducirla de forma significativa con derrotas muy emblemáticas. De los 37 escaños del Senado que están en juego en esta elección, 19 pertenecen a los demócratas y 18 a los republicanos. Según RealClearPolitics, los republicanos podrían arrebatar hasta 8 escaños a los demócratas; y entre ésos, los asientos que están en serio peligro son algunos de alta carga simbólica y política: el asiento de Illinois que ocupaba Obama antes de lanzarse a la Presidencia; el asiento de Nevada, ocupado desde 1987 por Harry Reid, el actual líder de la mayoría demócrata en el Senado, que podría perder frente a Sharron Angle, una candidata novata surgida del Tea Party; y el asiento de Indiana, la tierra de Jimmy Carter.

Gubernaturas

En el nivel local las tendencias de este año también se han trasladado pero con efectos distintos. De los 50 estados que componen la Unión Americana, 37 irán a las urnas para votar por gobernador. De esos 37, 19 son estados con gobernadores demócratas y 18 republicanos. Y todo indica que ambos partidos tendrán problemas a la hora de proteger sus territorios, por lo que se esperan cambios que podrían ser tan relevantes para Estados Unidos como la elección legislativa.

De esta forma se podría presentar una reconfiguración del mapa político local en el que 18 estados cambiaran de partido y, se modificara el equilibro en el plano general. Actualmente los demócratas tienen 26 estados frente a 24 de los republicanos. Según algunos pronósticos, el Partido Demócrata podría conseguir hasta seis gubernaturas que actualmente tiene el Partido Republicano: California, Connecticut, Hawái, Minnesota, Rhode Island y Vermont. Mientras que, en el sentido inverso, el Partido Republicano podría arrebatarle al Partido Demócrata hasta 12 gobiernos estatales: Illinois, Iowa, Kansas, Maine, Michigan, Nuevo México, Ohio, Oklahoma, Pennsylvania, Tennessee, Wisconsin y Wyoming. De esta forma, si el resto de los estados se mantiene como estaban, los demócratas gobernarían un total de 20 estados, frente a 30 de los republicanos.

Eso es en el mapa general. Pero poniendo la mira en algunas de estas elecciones, no cabe duda que hay tres frentes que han acaparado muchas miradas. Según la revista The Economist, si la cantidad de dinero que se gasta en una campaña puede considerarse una medida de la significancia de esa contienda, entonces las tres más importantes de estas elecciones intermedias son para gobernador: California, Florida y Texas. Según el National Institute on Money in State Politics, que monitorea las contribuciones en las elecciones locales, estas tres elecciones tendrán un gasto de 813 millones de dólares.

Todo indica que en Florida y Texas los republicanos conservarán las gubernaturas. Pero en California puede haber sorpresas. Llega a su fin la saga del Governator, Arnold Schwarzenegger, que resultó menos radical de lo que muchos imaginaban e, incluso, podría prepararse para entregar el gobierno a un demócrata. Decir esto en la tierra de Richard Nixon y Ronald Reagan es decir mucho. Pero además la contienda californiana tiene un elemento muy interesante: el fortalecimiento de la tendencia de los candidatos no políticos. Es el caso de Meg Whitman, antigua presidenta del Consejo de Administración de eBay, la exitosa empresa de subastas por internet. Según la revista Forbes, Whitman es la cuarta mujer más adinerada de California con una fortuna de mil 300 millones de dólares. Su decisión de financiar sus aspiraciones políticas con dinero de su propio bolsillo ya la hizo pasar a la historia: con un aproximado de 140 millones de dólares, es la persona que más dinero ha gastado autofinanciando su campaña. La expectativa a futuro tiene que ver con las potencialidades de su perfil -mujer y exitosa en los negocios-; si gana, empezará a sonar como posible candidata republicana a la Presidencia.



Elección crítica

Es muy probable que la elección del 2 de noviembre reconfigure el mapa político de Estados Unidos; pero en el amanecer del día 3 de noviembre podría traer consigo una nueva lógica en la competencia electoral, un realineamiento político. No sólo se trata de mayorías legislativas, repartición de escaños y distribución de territorios entre dos partidos políticos; podríamos estar ante punto de quiebre.

¿Qué significa ese término? Según la ciencia política, una elección crítica supone un proceso de realineamiento electoral que transforma la lógica de competencia. En su artículo de 1955, A Theory of Critical Elections, el politólogo norteamericano V.O. Key señala que en Estados Unidos tanto los resultados electorales como los partidos y el diseño de políticas públicas tienden a cambiar de forma dramática. Expone que este fenómeno sucede cuando en unas elecciones se produce una súbita alteración del clivaje preexistente, es decir, cuando el principio fundamental alrededor del cual se estructura, o se divide, el campo político se modifica. Así ocurrió en 1860, 1896; la última elección crítica ocurrió en 1932; año en que fue electo por primera vez Franklin Delano Roosevelt y que significó también la pérdida de 101 escaños en la Cámara de Representantes para el Partido Republicano.

Una elección es crítica cuando reúne seis elementos que la teoría atribuye al proceso de realineamiento electoral: la existencia de una gran participación electoral, la aparición de conflictos en la nominación de candidatos dentro de alguno de los grandes partidos, la irrupción de "terceros partidos" en la arena electoral, la aparición de nuevos temas de conflicto (issues o clivajes), una fuerte polarización ideológica y, finalmente, cambios sustanciales en las propuestas de políticas públicas.

Lo anterior abre más dudas que respuestas. ¿Podríamos clasificar la de 2010 como una elección crítica? ¿Qué ocurriría si los candidatos republicanos apoyados por el Tea Party deciden escindirse de ese partido una vez que lleguen al Congreso? ¿Será la derrota demócrata una crisis de representación política o una crisis de comunicación de sus resultados?

Quizá estamos frente a un proceso político todavía más profundo: el fin de la democracia como fin. Y es que lo que está en juego es la reconfiguración de la conciencia democrática del electorado estadounidense. Se trata de un punto de quiebre en el que la democracia deja de ser un fin en la persecución de los ideales de libertad, igualdad y pluralidad y se convierte en un medio práctico para dar respuesta a necesidades y problemas individuales. Ése es el verdadero riesgo de esta elección: que la democracia estadounidense abandone sus valores primordiales y asuma compromisos de eficacia que son ajenos a su naturaleza. Si es así, en esta elección Estados Unidos podría estar en el umbral del final de un ciclo histórico que los obligará a desplegar uno de sus inventos mejor concebidos: renovarse o morir.












El autor es politólogo y analista político. Twitter: twitter.com/zoerobledo.