Septiembre en Chiapas

Septiembre en Chiapas

martes, 23 de noviembre de 2010

Posicionamiento Político de la Fracción Parlamentaria del PRD en la LXIV Legislatura del Estado de Chiapas, presentado por el diputado Zoé Robledo, con motivo del centenario del inicio de la Revolución Mexicana




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Con su permiso Diputado Presidente,
Compañeras y compañeros legisladores,


Representantes de los medios de comunicación,
Amigos que nos acompañan:

Al celebrar 100 años del inicio de la Revolución Mexicana damos paso a un momento aun más trascedente de nuestra vida nacional: El inicio del Tercer Siglo Mexicano, del tercer siglo de nuestra existencia como Nación-Estado. Por ello, esta es la hora de ofrecer análisis serios y respuestas reales para los ciudadanos que creen que México tiene derecho a un mejor porvenir. Al fijar la posición de la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática, fijo también el punto de vista que compartimos sobre el país; al hacerlo, definimos la circunstancia y nuestra visión sobre el pasado y el futuro de nuestra gran nación y nuestro gran estado.
México no se inventó hoy. Por ello, debemos revisar qué transformaciones hemos hecho posibles en otros momentos históricos, y qué cambios podemos emprender con realismo de acuerdo con las fortalezas y debilidades actuales. Se trata de reconocer cómo la historia del país ha ido marcando nuestra ruta para brindar las tres seguridades básicas para todo ciudadano mexicano:
1.- La seguridad de ser protegido por la ley, es decir, una ciudadanía jurídica;
2.- La seguridad y derecho irrenunciable de elegir a nuestros gobernantes, una ciudadanía política; y
3.- La garantía de que nuestra nacionalidad implicará una protección social mínima para tener la oportunidad de acceder a una vida plena mediante el trabajo duro, esto es, una ciudadanía social que está todavía por construirse y que debe ser el eje de la legitimidad de los gobiernos democráticos del futuro y el verdadero legado de la Revolución.
Volvamos los ojos a la historia. La dictadura de Porfirio Díaz tenía una explicación de eficacia institucional, una terrible situación que nunca debe repetirse. Al concluir el siglo XIX México se había consolidado como país, pero no como una sociedad justa.  Al iniciar el Siglo XX la elección democrática de los gobernantes y la lucha contra la  terrible y casi inhumana injusticia social eran los dos grandes pendientes de la agenda nacional. Para algunos grupos, como la minoría educada, lo primero era la reforma política. Para otros, la enorme mayoría empobrecida y marginada, lo más urgente era el cambio social.
Esa diferencia en la definición de las prioridades del país (simple reforma democrática vs  profunda reforma social) sería la línea de batalla que dividiría y enfrentaría a los grupos políticos y militares que protagonizaron los hechos que se vivieron entre 1910 y 1920, y que después recibirían el nombre colectivo de Revolución Mexicana.
La primera etapa fue la revolución maderista una revolución política para hacer cumplir la constitución entonces vigente. Si revisamos “La sucesión presidencial en 1910” El Plan de San Luís Potosí, podemos señalar,  que las preocupaciones maderistas eran de carácter político y de la más pura tradición liberal en donde las referencias a temas sociales eran vagas y escasas.
Para Madero la revolución era la única vía que la dictadura dejaba disponible para el triunfo de los ideales de libertad y justicia. Sin embargo, los conceptos de libertad y justicia como los entendía Madero nada tienen que ver con los conceptos como los entendemos hoy en día. Libertad comprendía las libertades cívicas (libertad de prensa, de organización, de reunión, y democrático electoral); y justicia era la aplicación de la ley, en ningún caso como justicia social, disminución de la desigualdad o  redistribución de la riqueza.
Cuando Madero entró triunfante a la Ciudad de México, lo hacía como el líder de una revolución conformada por grupos muy diversos. Estos, en su mayoría, deseaban el cambio social, frente a un líder nacional que prefería iniciar una nueva era democrática.
En noviembre de 1911 Zapata promulgó el Plan de Ayala y se levantó en armas contra Madero. Para Zapata era claro que mientras la mayoría de los mexicanos no tuvieran absolutamente nada, sería imposible mejorar su condición social mediante el simple ejercicio del sufragio.
La agenda democrática sin cambio social había iniciado el proceso revolucionario, sí, pero no fue suficiente para consumarlo o darle forma.
De la misma forma terminamos el siglo XX; tal y como lo empezamos: Favoreciendo el cambio político sobre el cambio social. En julio del 2000, sufragio efectivo no reelección, fue el razonamiento en la mente de la mayoría de los mexicanos. Pero ese razonamiento no implicó por sí mismo una democracia funcional.
Por ello, en el Centenario de la Revolución, en el inicio del Tercer Siglo Mexicano, hacer que la democracia tenga una agenda social operable es, y no tengo dudas, el gran pendiente que enfrentamos como nación.
Analicemos ahora el presente. La democracia que conquistamos con tantos esfuerzos está en espera de un proyecto que le dé valor social. La historia nos exige la construcción de la tercera etapa de la ciudadanía: la ciudadanía social. Una democracia que se agota en principios y celebraciones cívicas, inclusive en los procesos electorales, no es suficiente ni sustantiva en términos sociales.
La democracia no debe sólo producir una competencia política efectiva, debe producir, sobre todo, gobiernos que funcionen e incluyan a la mayoría de los mexicanos.
En las naciones desarrolladas, la moderna política social apareció una vez que éstas habían asegurado dos elementos: Uno, estabilidad soberana y jurídica, y dos un equilibrio democrático. En México, después de 200 años contamos ya con esos dos factores, ahora es el mejor tiempo para pensar en una ciudadanía social para nuestro país.
Y en ese sentido, Chiapas tiene mucho que decir.
Nuestro estado estuvo durante años rezagado, o francamente ausente de procesos políticos nacionales. Pero, sin duda, en la construcción de la ciudadanía social, Chiapas está destinado a ser el nuevo protagonista de la historia de México.
Hoy, en el estado, existe una política social moderna que tiene como meta llevar los beneficios de leyes y democracia a más chiapanecos. Hoy ser chiapaneco entraña la posibilidad de desarrollarse plenamente como ser humano. Hoy, en Chiapas se honra a los mexicanos que dieron la vida en la Revolución pero no con discurso y bronces, sino de una forma más auténtica. Haciendo que la democracia tenga valor social.
En el fondo, como lo queramos ver, como un pendiente de la Revolución de 1910 o bien como un reto para el Tercer Siglo Mexicano,  armonizar en nuestra sociedad  las libertades civiles y políticas con las libertades de la ciudadanía social, son el camino por el que debemos transitar en Chiapas.
Y no hay duda que ya estamos en ese camino.

El gobierno de Juan Sabines está cumpliendo con los mandatos de la Revolución Mexicana porque está construyendo en Chiapas la ciudadanía social. Hoy en Chiapas mueren menos niños, estudian más niñas y  los viejos viven más. En nuestra fracción parlamentaria coincidimos con Magdy Martínez Solimán, representante del Sistema de Naciones Unidas en México: “La de Juan Sabines, es posiblemente  la administración  más sensible y socialmente más avanzada que haya tenido la entidad y el país en las últimas décadas”.
Compañeros Diputados:
Al inicio de cada siglo de nuestra vida independiente una generación de mexicanos se ha planteado renovar al país. Ahora es nuestro turno. Los cambios que los ciudadanos esperan no se agotan con la alternancia política, de hecho inician con ella.
En nuestro Primer Siglo, en 1810, la primera generación de mexicanos tuvo el reto de convertir el Virreinato de la Nueva España en una nación independiente y viable, y lo consiguieron. Al inicio del Segundo Siglo, una nueva generación debió iniciar la lucha por el sufragio efectivo y plantear un nuevo arreglo político para el país, y tuvieron éxito.
Ahora, en el amanecer del Tercer Siglo, es nuestro turno de construir un México democrático que entregue posibilidades de prosperidad a todos sus ciudadanos, que construya una verdadera ciudadanía social. Es tiempo de asumir esa tarea irrenunciable, porque ese será el reto de nuestro tercer siglo como nación independiente.
Muchas Gracias.