Septiembre en Chiapas

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miércoles, 28 de agosto de 2013

Educación: Las razones y los votos









Zoé Robledo*
27 de agosto 2013



La educación siempre es y será un tema de la más alta importancia para México, no solo por los poco optimistas 8.6 años de escolaridad promedio a nivel nacional, sino sobre todo por la necesidad de mejorar sustantivamente la calidad de la misma.
En nuestro país en los últimos años se ha avanzado de manera importante en la ampliación de la cobertura educativa; prácticamente quien lo solicite ingresa a una escuela pública de enseñanza primaria o secundaria. Falta culminar esta expansión hasta el nivel superior y pasar de la prioridad por la cantidad de alumnos a la prioridad por la calidad de lo que aprenden.

En los últimos meses se impulsó una reforma legal y administrativa en materia educativa con tres objetivos:  Aumentar la calidad de la educación básica que se refleje en mejores resultados en las evaluaciones internacionales, (como la  del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes,  conocida como Prueba PISA);  aumentar la matrícula y mejorar la calidad en los sistemas de educación media superior y superior; y por último que el Estado recupere la rectoría del sistema educativo nacional.

Entre las acciones necesarias para alcanzar estos objetivos se planteó consolidar el Sistema Nacional de Evaluación Educativa; establecer gradualmente las Escuelas de Tiempo Completo y crear tanto el Sistema de Información y Gestión Educativa como el Servicio Profesional Docente.

El camino del qué hacer en materia educativa quedó plasmado en nuestra Carta Magna, con las Reformas de diciembre de 2012, mismas que alcanzaron un alto nivel de aprobación tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, venía otro momento de gran complejidad  definir los cómos a través de la legislación secundaria, es decir, de incorporar en la Ley General de Educación, en la Ley para el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y en la Ley del Servicio Profesional Docente los detalles instrumentales  de la reforma constitucional.

Sin embargo, el ambiente constructivo que llevó a lograr acuerdos políticos amplios para la reforma constitucional, no se reflejo de igual modo al momento de analizar, discutir y aprobar las leyes reglamentarias. ¿A qué me refiero?

Un sector numeroso del magisterio reiteradamente hizo llamados al gobierno federal para dialogar sobre los contenidos de las leyes reglamentarias, particularmente en lo tocante al tema de la evaluación a los maestros y la vinculación de ésta evaluación con su permanencia laboral. Al no encontrar las respuestas institucionales adecuadas y no ver el reflejo de sus planteamientos en las propuestas de los nuevos contenidos legales los maestros, particularmente los organizados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), optaron por la movilización, las manifestaciones callejeras e incluso las protestas en torno a los recintos legislativos de los Diputados y Senadores.

Soy claro en este punto, no estoy de acuerdo en estas formas de presión, no coincido con quienes piensan que para defender el derecho propio se justifica vulnerar el derecho de otros, pero también hay que decirlo, conocíamos las razones del agravio. Los senadores del PRD lo expresamos: No estamos de acuerdo en estos métodos, pero también sabíamos que la solución estaba en el diálogo.
En el PRD estamos a favor de la evaluación, pero de la evaluación de todos los factores que inciden en la calidad educativa: el maestro, el alumno, la escuela, la familia, la comunidad; una evaluación contextualizada a las distintas regiones y condiciones que vivimos en el país, al ámbito metropolitano y urbano sí, pero también al rural, disperso y generalmente de escuelas precarias y alumnos pobres. No son las mismas condiciones para lograr el éxito académico las colonias urbanas del D.F., que las comunidades indígenas de muchos estados del país, incluido Chiapas, donde los alumnos difícilmente hacen los tres alimentos al día.

En lo particular coincido con la idea de que la evaluación debe ser para mejorar la educación, no para sancionar a  los maestros ni menos aún para desconocer sus derechos laborales,  coincido en que lo fundamental es encontrar respuestas para corregir, para mejorar, no para sancionar y esa labor de corrección debe asumirse como una responsabilidad del Estado.

Lo que se necesita, lo sabemos bien, es garantizar para el magisterio una adecuada actualización de conocimientos, de capacitación constante, no sólo como su obligación sino también como un derecho suyo y de los estudiantes que integran el sistema educativo nacional.

En el grupo parlamentario del PRD propusimos que antes de iniciar la discusión sobre estas reformas, se recibiera y escuchara a los líderes del magisterio inconformes y se tomaran en cuenta sus puntos de vista en la preparación de las reformas a la legislación.  Pugnamos por abrir puentes y dialogar para no repetir lo ocurrido en el Palacio Legislativo de San Lázaro el 19 de agosto en donde los ánimos se exacerbaron y se realizó una irrupción de manifestantes causando destrozos materiales y lesionando a policías federales que resguardaban el recinto.

Entendimos en nuestro grupo parlamentario que la furia se desata cuando se engaña, cuando se cita a sentarse a la mesa a dialogar solo para ganar tiempo y al final no se cumple lo pactado. Al magisterio lo sentaron a negociar, se organizaron una decena de Foros supuestamente para que se expresaran sus opiniones y propuestas, los inmovilizaron y los engañó el gobierno federal, incumpliendo los acuerdos sobre que se incorporarían sus propuestas en las tres leyes reglamentarias. Se instalaron mesas, se hicieron foros pero se llegó a esa terrible práctica del “tú opinas pero yo decido”. Las propuestas de los maestros fueron ignoradas

La irrupción de maestros inconformes a San Lázaro el 19 de agosto y la obstrucción de accesos por parte de manifestantes primero a la Cámara de Diputados y después a la de Senadores en días subsiguientes, fue un pretexto ideal para quienes querían de antemano apurar el trámite legislativo, evitar la discusión parlamentaria y dar un “albazo” en la aprobación de estas reformas.

En el PRD insistimos en la necesidad de un diálogo auténtico, en no apurar las decisiones sino tomarlas con la importancia que la educación reviste para los mexicanos, en hacer que los dictámenes entregados por la Cámara de Diputados se conocieran con amplitud, se analizaran con cautela. La reforma constitucional fue un avance importante, pero a esa buena intención había que darle contenido y definiciones concretas, fijar plazos claros y dotarla de elementos innovadores pero también justos. Con el acuerdo “planchado en lo oscurito” entre el PRI y el PAN destacadamente, se pretendió que los senadores del PRD en unas cuantas horas conociéramos, analizáramos y votáramos cambios sumamente trascendentes; se pretendió que sobre las rodillas y prácticamente a “salto de mata”, en una sede improvisada, votáramos puntos torales para la educación nacional y para el magisterio, iniciativas en donde, por añadidura, eran ignorados los planteamientos de estos últimos.

En el colmo, en las reformas votadas la medianoche del jueves 22 de agosto se hacen múltiples referencias de lo que es o será la Ley General del Servicio Profesional Docente, y sin embargo esa ley, es hasta el momento una ley fantasma, pues nadie la ha visto, no existe.

* El autor es Senador por Chiapas y Secretario de la Comisión de Estudios Legislativos Primera.
          

miércoles, 7 de agosto de 2013

HORA DE DESAFÍOS: HORA DE REFLEXIONES




Zoé Robledo**
7 de Agosto de 2013

Los días que vienen serán cruciales —más que en otras circunstancias y tiempos, con el debido respeto a las proporciones— para la vida del país. Y no es para menos, porque los mexicanos debemos tomar decisiones que marcarán el futuro para las generaciones a partir de la que nos incluye. Se trata del asunto de los energéticos y, en una relación directa, de la política hacendaria. Es la hora de los cambios y necesitamos pensarlos para evitar sorpresas ominosas y nuevos desencantos sociales.
        
El tema de los energéticos es vital para el país. De este apartado se deriva la política petrolera y de todas las actividades que se relacionan con esa riqueza nacional. La economía y la sociedad mexicana —por razones complejas y, hasta cierto punto, irreversibles— se han entrelazado con el petróleo y éste ha pasado a ser un ingrediente estratégico decisivo. Por eso mismo, el tratamiento del tema debe hacerse de manera cuidadosa y desligada de toda intención partidista. Es hora de dejar a un lado la competencia por los favores de la opinión pública y hacer valer el interés de la nación, dicho sin ánimos demagógicos.
        
El asunto a discutir es el de la participación del sector privado, nacional o extranjero, en algunos espacios de la explotación de los hidrocarburos. En la decisión —en uno u otro sentido: de SI o de NO— se implica a la soberanía del país en el sentido de que se mantiene o no al petróleo como patrimonio exclusivo de los mexicanos. La decisión no es sencilla ni mucho menos. Es verdad que para explotar racionalmente el energético se requieren recursos y también debemos pasar a otros niveles en el aprovechamiento del energético. Hasta ahora, no podemos cubrir los costos de una estructura de refinación y estas conversiones debemos hacerlas, en una alta cuantía, fuera del país. También es evidente nuestro rezago en la química secundaria y en convertir los derivados en bienes de consumo directo. El universo petrolero es amplio y, se acepta, se requiere de un mayor volumen de recursos. ¿De dónde los traemos?
        
La respuesta fácil es incluir al sector privado, nacional o foráneo, como fuente de capitales. Es una respuesta fácil, pero con implicaciones muy difíciles. Sencillamente, los empresarios privados no vienen a resolver los problemas del país, sino a obtener ganancias. Vienen a compartir la renta petrolera y no a traer tecnología para que seamos menos dependientes.  Por el contrario, a mayor dependencias más ganancias para los capitales transnacionales.
        
El otro camino es el de asumir un compromiso con la soberanía nacional. Por supuesto, este comportamiento nacionalista implica sacrificios.  Implica hacer esfuerzos extras para modernizar a PEMEX y, más aún, para irle disminuyendo el peso de las cargas fiscales. Dicho de otra manera, no podemos continuar dependiendo de PEMEX para cubrir el 40 por ciento del gasto público nacional.  La opción de mantener la soberanía nacional implica hacer valer el talento nacional para modernizar los activos petroleros y para que la renta petrolera sea mayor y menos gravosa para los intereses nacionales. Se requieren, en ese orden, reformas que redistribuyan los costos del desarrollo.
         
Esta urgencia de recursos nos lleva a la necesidad de una reforma hacendaria. Sin embargo, no podemos caer en la tentación regresiva de gravar más a los mexicanos fiscalmente cautivos ni a los mexicanos pobres que requieren consumir alimentos y medicinas. En el tiempo social de la actualidad, se hace necesario que las cargas sociales sean mejor compartidas. Que carguen más quienes tienen mayores energías en sus capitales y ganancias. Que los grandes corporativos paguen lo que deben pagar: no hay de otra.
        
En ese orden, se requiere una reforma hacendaria, no solamente fiscal, que disminuya la concentración del ingreso, pero sin inhibir la generación de ganancias razonables. En todo el mundo, la participación de los intereses privados es  indispensable, pero no debe ser, en ninguna parte de la geografía mundial, el único sector receptivo de las ganancias.
        

Un día, de un año en el futuro, el petróleo mexicano se agotará de manera definitiva y debemos estar preparados. El día del agotamiento estará más próximo, en la medida en que participen los intereses depredatorios en la explotación de los recursos. Un día, de algún año, los mexicanos pobres también pueden agotar su paciencia y este día estará más cercano si se insiste en una política fiscal que les cobre más a los más pobres.  Es hora de reflexionar. 

**El autor es Senador de la República por el Estado de Chiapas, PRD.

jueves, 1 de agosto de 2013

Petróleo y decisiones colectivas Zoé Robledo




La imagen dice más que mil discursos. Son siete mujeres mexicanas el 12 de abril de 1938. Tres de ellas con trenzas y rebozos, cargan igual número de gallinas; las otras cuatro, peinadas, pintadas y con sombreros de moda, voltean y sonrien a la cámara. Reunidas alrededor de una improvisada mesa de recepción, las une una causa: La nacionalización del petroleo. La fotografía, de los archivos Casasola, aparece en el libro “La Expropiación del Petróleo 1936-1938”, de Jesús Silva Herzog y Miguel Casasola (México, PEMEX, FCE, 1981, p. 99.) y en la página de internet:  www.inehrm.gob.mx/imagenes/aniverexpe/09.jpg

Imágenes como esta se repetían en diferentes puntos del país: Comités ciudadanos, muchos de ellos femeninos, recolectaron joyas, gallos y gallinas que eran donados a manera de contribución para pagar la deuda petrolera. Los cronistas cuentan que estas contribuciones eran multitudinarias; había que unirse para pagar a las empresas extranjeras y que el petróleo fuera nuestro. Al donar, se hacía patente el acuerdo con la decisión de Lázaro Cárdenas.

Hoy estamos en un momento similar; en el que se discute qué hacer con el petróleo de México. Decisiones de hoy que tendrán reflejos en el futuro. No es un tema sencillo. Para empezar, la renta petrolera mexicana cubre entre el 33% y el 40% del presupuesto nacional. Es decir, las ganancias obtenidas en la explotación y transformación —hasta donde es posible— cubre una buena parte del gasto mexicano en todas sus vertientes. El problema está en que se requiere de recursos para mantener la producción y para convertir los aceites en estado natural a gasolinas y demás satisfactores que se utilizan en el país o se exportan.

¿Qué hacer? La respuesta de algunos es convocar a la iniciativa privada en un proceso de privatización total o parcial, para que aporte los capitales que se requieren. Parece una salida facil, porque el petróleo, en cualquier parte del mundo, tiene una alta rentabilidad y las ganancias siempre son un atractivo para los inversionistas. El problema está en que los inversionistas, de aquí o de allá, vienen por las ganancias y los intereses del país no son un factor de estímulo, si no que hasta podrían ser un obstáculo para las pretensiones de los inversionistas privados.

¿Hay otro camino? Sí: Fortalecer a PEMEX. La propuesta que respaldamos los Senadores del PRD, elaborada por especialistas encabezados por el Ingeniero Cuauhtemoc Cárdenas, plantea que PEMEX mantenga la conducción central y dirección estratégica de la industria petrolera garantizando la seguridad energética de las próximas generaciones de manera suficiente, continua, económica, diversificada y de alta calidad. Siempre con respeto pleno al medio ambiente, impulsando el desarrollo sustentable y propiciando una transición energética a fuentes alternativas de energía.

En esta opción, el cambio de régimen fiscal en Petróleos Mexicanos es una condición necesaria, ya que, en vez de venir de la iniciativa privada, la inversión vendría de los propios ingresos de Pemex al reducir la pesada loza fiscal que tiene actualmente: 70 centavos de cada peso de ingreso totales de Pemex se van a la Secretaría de Hacienda por concepto de Impuestos, Derechos y Aprovechamientos, dejando plenamente descapitalizada a la paraestatal.

En ambos casos se reconoce la necesidad de aplicar una agresiva política de inversión pública canalizada a la exploración y producción; transformación industrial de hidrocarburos; autosuficiencia de insumos petroquímicos y productos derivados; mantenimiento; comercialización,         distribución, transportación, almacenamiento, investigación y desarrollo tecnológico e internacionalización de Pemex; la pregunta es: ¿De dónde saldrán los recursos? Ahí está la diferencia, la disyuntiva y la obligación de responder a partir de una reflexión madura, plural y profunda sobre lo que ha de hacerse para enfrentar este desafío de la historia del país.

Permanecer sin cambios en el manejo de los hidrocarburos mexicanos puede también tener riesgos de alto nivel por ello es importante que los mexicanos opinen al respecto. Que opinen porque cualquiera de las decisiones va a tener un costo, no solamente político, sino también económico y social para los grandes grupos de la nación. Decir que la única salida es la privatización es atentar contra la soberanía de la nación. Así de simple. Pero decir que no se debe hacer absolutamente nada con la situación de Pemex también es afectar a la nación en el mediano y largo plazos. El petróleo es finito y, por eso mismo, se requiere de la opinión de los mexicanos y su compromiso para hacer sacrificios. Corresponde a los mexicanos con una mayor claridad de ideas, reflexionar para que los sacrificios sean compartidos con una mayor y mejor justicia.

Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Por ello, los 20 Senadores que integramos las comisiones de Gobernación y de Estudios Legislativos Primera, tenemos la obligación de sesionar para dictaminar la Ley Reglamentaria de la Reforma Política del 2011 para otorgarle a nuestro sistema político herramientas de democracia directa para la toma de decisiones colectivas. Ya somos cuatro, Armando Ríos Piter también del PRD, Javier Corral y Fernando Yunes del PAN; los Senadores que hemos hecho pública nuestra disposición de sesionar. Faltan dieciséis.

Las razones para seguir esta ruta sobran: La creciente exigencia de participación en la vida política, nos obliga a garantizar, promover y proteger el derecho de los ciudadanos mexicanos a ser consultados para la toma de decisiones públicas sobre asuntos de trascendencia nacional. Y este es el caso del petróleo. Sesionar nos permitiría enfrentarnos a un recuento ordenado y válido de las opiniones nacionales, para no caer en la simulación, que éstas opiniones sean vinculatorias. La población en el país ya ha alcanzado la mayoría de edad y puede decidir sin mayores dificultades.

Esta es una gran oportunidad para nuestra democracia, para transitar de la modalidad representativa a las de participación ciudadana de mayor nivel. De la elección de los gobernantes y representantes se debe transitar, institucionalmente, a las formas más acabadas de la decisión directa; sobre todo en los asuntos que, como los hidrocarburos, son de interés de Estado y de la sociedad. Si el asunto entraña riesgos y sacrificios, es la ciudadanía quien debe conocerlos y, llegado el caso, asumirlos plenamente. México es un país en donde, por fortuna, tenemos la libertad para elegir entre una amplia gama de posibilidades. Es la ventaja de un país que ha sabido conservar el dominio sobre sus recursos naturales en todo el territorio. Otros países, de plano, no pueden decir lo mismo. Necesitamos que el tema se discuta con todas sus aristas y posibilidades.  Que llegue el aire fresco de la pluralidad. Necesitamos que los mexicanos, ya mayores de edad, se asuman como tales. Necesitamos que las fuerzas políticas estén a la altura de las circunstancias. Se requiere, con urgencia, sesionar antes del 9 de agosto para dotar de estas herramientas a la democracia mexicana y estrenarnos, con madurez, en un nuevo esquema de participación en el que cada quien asume las consecuencias de su decisión.

* El autor es Senador por Chiapas y Secretario de la Comisión de Estudios Legislativos Primera.