Septiembre en Chiapas

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miércoles, 7 de agosto de 2013

HORA DE DESAFÍOS: HORA DE REFLEXIONES




Zoé Robledo**
7 de Agosto de 2013

Los días que vienen serán cruciales —más que en otras circunstancias y tiempos, con el debido respeto a las proporciones— para la vida del país. Y no es para menos, porque los mexicanos debemos tomar decisiones que marcarán el futuro para las generaciones a partir de la que nos incluye. Se trata del asunto de los energéticos y, en una relación directa, de la política hacendaria. Es la hora de los cambios y necesitamos pensarlos para evitar sorpresas ominosas y nuevos desencantos sociales.
        
El tema de los energéticos es vital para el país. De este apartado se deriva la política petrolera y de todas las actividades que se relacionan con esa riqueza nacional. La economía y la sociedad mexicana —por razones complejas y, hasta cierto punto, irreversibles— se han entrelazado con el petróleo y éste ha pasado a ser un ingrediente estratégico decisivo. Por eso mismo, el tratamiento del tema debe hacerse de manera cuidadosa y desligada de toda intención partidista. Es hora de dejar a un lado la competencia por los favores de la opinión pública y hacer valer el interés de la nación, dicho sin ánimos demagógicos.
        
El asunto a discutir es el de la participación del sector privado, nacional o extranjero, en algunos espacios de la explotación de los hidrocarburos. En la decisión —en uno u otro sentido: de SI o de NO— se implica a la soberanía del país en el sentido de que se mantiene o no al petróleo como patrimonio exclusivo de los mexicanos. La decisión no es sencilla ni mucho menos. Es verdad que para explotar racionalmente el energético se requieren recursos y también debemos pasar a otros niveles en el aprovechamiento del energético. Hasta ahora, no podemos cubrir los costos de una estructura de refinación y estas conversiones debemos hacerlas, en una alta cuantía, fuera del país. También es evidente nuestro rezago en la química secundaria y en convertir los derivados en bienes de consumo directo. El universo petrolero es amplio y, se acepta, se requiere de un mayor volumen de recursos. ¿De dónde los traemos?
        
La respuesta fácil es incluir al sector privado, nacional o foráneo, como fuente de capitales. Es una respuesta fácil, pero con implicaciones muy difíciles. Sencillamente, los empresarios privados no vienen a resolver los problemas del país, sino a obtener ganancias. Vienen a compartir la renta petrolera y no a traer tecnología para que seamos menos dependientes.  Por el contrario, a mayor dependencias más ganancias para los capitales transnacionales.
        
El otro camino es el de asumir un compromiso con la soberanía nacional. Por supuesto, este comportamiento nacionalista implica sacrificios.  Implica hacer esfuerzos extras para modernizar a PEMEX y, más aún, para irle disminuyendo el peso de las cargas fiscales. Dicho de otra manera, no podemos continuar dependiendo de PEMEX para cubrir el 40 por ciento del gasto público nacional.  La opción de mantener la soberanía nacional implica hacer valer el talento nacional para modernizar los activos petroleros y para que la renta petrolera sea mayor y menos gravosa para los intereses nacionales. Se requieren, en ese orden, reformas que redistribuyan los costos del desarrollo.
         
Esta urgencia de recursos nos lleva a la necesidad de una reforma hacendaria. Sin embargo, no podemos caer en la tentación regresiva de gravar más a los mexicanos fiscalmente cautivos ni a los mexicanos pobres que requieren consumir alimentos y medicinas. En el tiempo social de la actualidad, se hace necesario que las cargas sociales sean mejor compartidas. Que carguen más quienes tienen mayores energías en sus capitales y ganancias. Que los grandes corporativos paguen lo que deben pagar: no hay de otra.
        
En ese orden, se requiere una reforma hacendaria, no solamente fiscal, que disminuya la concentración del ingreso, pero sin inhibir la generación de ganancias razonables. En todo el mundo, la participación de los intereses privados es  indispensable, pero no debe ser, en ninguna parte de la geografía mundial, el único sector receptivo de las ganancias.
        

Un día, de un año en el futuro, el petróleo mexicano se agotará de manera definitiva y debemos estar preparados. El día del agotamiento estará más próximo, en la medida en que participen los intereses depredatorios en la explotación de los recursos. Un día, de algún año, los mexicanos pobres también pueden agotar su paciencia y este día estará más cercano si se insiste en una política fiscal que les cobre más a los más pobres.  Es hora de reflexionar. 

**El autor es Senador de la República por el Estado de Chiapas, PRD.

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