Septiembre en Chiapas

Septiembre en Chiapas

jueves, 26 de septiembre de 2013

La nación toma la palabra






Cuando se escucha a los ciudadanos se toman buenas decisiones. En Chiapas lo sabemos bien. El 14 de septiembre de 1824 los chiapanecos de entonces hicieron valer su voluntad mayoritaria y, a través de un plebiscito, decidieron libremente ser mexicanos. Eran momentos complejos, pero estoy cierto que haber consultado a los ciudadanos fue la mejor forma de tomar una decisión histórica; valorando el sentimiento y la inteligencia colectiva.

La referencia cabe cuando se discuten distintas propuestas de reforma energética. El tema es de trascendencia nacional, pues no solo toca fibras sensibles del nacionalismo para los mexicanos, sino que de ellas depende ampliar las bases para nuestro desarrollo, elementos comunes a los que estaban en juego en Chiapas hace 189 años.

México se encuentra ante diversas propuestas para maximizar los beneficios que obtiene de su industria petrolera. Al reto de decidir sobre las propuestas de transformación se suma hoy un nuevo desafío: con qué método lo vamos a decidir.
           
Elegir el método no debe verse como un desafío técnico sino como un problema democrático y los problemas de la democracia solo se resuelven con más democracia.

La reforma energética encierra muchos aspectos en los que, sin duda, los expertos podrán aportar elementos de detalle, pero la gran decisión es fundamentalmente política, de prospectiva, de futuro, por lo que atañe a todos los mexicanos.

No puede sustituirse la voz y el mandato del pueblo de México por la opinión de media centena de especialistas, por destacados que sean. El petróleo, se nos ha dicho históricamente, es de los mexicanos y por tanto deben ser los mexicanos quienes hablen, a quienes se escuche, quienes se expresen en torno a lo que quieren y esperan de uno de sus principales recursos naturales.

Podrá decirse que el pueblo de México está representado por los diputados y senadores. Es cierto. Pero la misma Constitución, en su artículo 35, ya otorga el derecho a los ciudadanos de participar en las decisiones públicas en los temas de trascendencia nacional. Las consultas ciudadanas son ya parte de nuestros derechos. ¿Qué tema más trascendente hay actualmente en la agenda pública que la reforma energética

La mejor solución para el debate y la polarización que la reforma energética refleja es una consulta ciudadana, por ser una respuesta democrática. Adicionalmente una consulta nos ayudaría a solventar una disyuntiva inocultable. La opinión pública sobre la participación de mayor inversión privada en Pemex va en un sentido: no aceptarla. Así lo demuestra un avasallador número de encuestas durante los últimos diez años. Mientras que las mayorías legislativas que se pueden construir en el Congreso, como la suma del PRI y el PAN, van en sentido opuesto, es decir, abrir a más capital privado nuestra industria petrolera. La opinión pública frente a la representación popular se encuentra dividida.

Esta consulta debe además realizarse a la brevedad, no sólo por ser una práctica democrática, sino también para dar certidumbre a las inversiones que se pretende atraer. Si hoy se hace una reforma y se acuerda realizar una consulta en fecha próxima, digamos en 2015, no habrá una sola empresa que se sienta segura de invertir, ya que las reglas de hoy podrán revertirse mañana.

Quienes descalifican este ejercicio o señalan a los mexicanos como incompetentes para tomar esta decisión, dejan translucir su esencia antidemocrática y su desprecio a los ciudadanos pues, parafraseando a Benjamín Constant, asumen que éstos solo son sabios e infalibles cuando elijen a sus representantes para un momento después caer en la ceguera y la ignorancia.

En estas páginas un legislador ha expresado que al convocar el Poder Legislativo a foros de debate en torno al tema energético, y abiertas las puertas del Senado, "la nación tiene la palabra". Un propósito loable al que por desgracia no se le ha dado contenido.

Si queremos que la nación tenga la palabra habrá que recordar que son las elecciones y las consultas ciudadanas los mecanismos constitucionales con que cuenta el pueblo para transferir sus mandatos. Organizar foros y consultar expertos es una tarea útil, necesaria pero sería un error aceptar ese mecanismo como sinónimo de la voluntad popular.

México ha cambiado a pesar de las resistencias. Hoy están abiertas nuevas puertas a la participación y a la decisión colectiva.

Que nadie tema a la decisión de los mexicanos.

Que la nación tome la palabra. Que se consulte a sus ciudadanos.

El autor es senador del PRD por Chiapas

miércoles, 25 de septiembre de 2013

40 años sin Pablo Neruda: Zoé Robledo


El 19 de septiembre de 1973, Pablo Neruda, enfermo de muerte fue conducido de su residencia en Isla Negra a Santiago de Chile, en donde falleció el fatídico 23 del mismo mes. Su enfermedad se había agravado por la noticia del golpe de Estado del día 11 y por la muerte de su amigo entrañable: el presidente Salvador Allende.

Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, que era el nombre real del poeta, había nacido en Parral, en la provincia chilena, el 12 de julio de 1904, y tras muchos años de trasegar por la poesía obtuvo el Premio Nobel, en 1971, cuando desempeñaba actividades diplomáticas de la Unidad Popular en París.

En un aniversario como el de hace dos días, podemos homenajear al poeta con la referencia a algunas de sus reflexiones sobre México. Son registros afectuosos sobre nuestras dualidades y contrastes; sobre nuestras grandezas y limitaciones. Neruda ve un México simultáneo de flores y espinas. Nos describe y nos pinta lejos de los sombreros charros y de las pistolas. También, muy distante de los bigotes estridentes.

Es un país de gritos misteriosos y de silencios con intenciones muy claras. Al recorrer nuestra geografía, encuentra claroscuros físicos y contrastes culturales. Nos descubre moralidades y comportamientos encontrados .Es un país de climas variantes. De fríos australes y de calores escalofriantes. De sequía y de aguas generosas. El agua tranquila y misterios de los cenotes, junto a lo impredecible de los ríos.

Neruda encuentra al México real en los mercados. Observa los colores y los tamaños de la abundancia de los puestos de venta: a esa generosidad, le da una lectura promisoria. México es un país de diversidades que pueden ser los materiales para construir un país mejor para muchos más.

Los mercados mexicanos reflejan la abundancia en las regiones. Son los espacios para las vasijas y las frutas. El corte de las frutas es, con frecuencia, un ejercicio de geometrías fascinantes. Las frutas y las legumbres, con mucha frecuencia, son o tienen forma de flores. Los mercados también son el lugar para encontrarse con la sabiduría de las manos mexicanas. La creatividad que viste pulgas y domestica pequeñas aves para convertirlas en auxiliares de los humanos. Manos que domestican el barro y convierten a los telares en máquinas para soñar con los colores. Manos que se han especializado en el mester de la belleza.

El poeta nos acompaña por los desiertos de Sonora y por los bosques de Chiapas. Y guarda silencio. Al reponerse, en Chiapas, alcanza a decir que el corazón del mundo es un follaje. Observa las aves que van de los humildes tapacaminos, de canto casi secreto, a los portentosos quetzales, de plumaje que no admite actitudes distintas al asombro. Para describir a un quetzal, se requiere una poesía distinta. Por lo pronto, la belleza lo hace olvidar la cercanía de los hombres con el llanto y la agonía.

El futuro Premio Nobel encuentra en Chiapas una telegrafía de las montañas. Se intriga con los misterios de los árboles que no dejan ver las creaciones de los hombres prehispánicos. Observa las sombras del jaguar, del tigre y de los ciervos.

Lee entre las líneas de los árboles el recio encuentro de los depredadores y las víctimas.

Se maravilla con el bosque chiapaneco que deja entrever maderas, pájaros y serpientes. Los animales cubiertos por la magia y el misterio que los sacraliza. Por eso hay serpientes emplumadas y águilas fundacionales. Por eso es posible una cantata de cigarras.

México es un país mágico de espacios y tiempos. La sensualidad se ve con frecuencia y se percibe permanentemente. La magia está en su geografía y en su historia llena de portentos de diferentes signos y orientaciones. Sus suelos reflejan contrastes y su historia es una combinación de aciertos portentosos y de errores llenos de ignominia.

Neruda no es complaciente con nosotros. Sin embargo, en esa apreciación destaca la generosidad mexicana que suele multiplicarse cuando y en donde hace falta. Y es que no se puede ser complaciente con una tierra a la que se admira. Neruda confiesa que ha vivido enamorado de nuestro país.

Rafael Alberti, otro poeta español laureado, afirmaba que en el norte del Continente había un Walt Whitman y en el sur un Pablo Neruda. Podríamos añadir aquí, que en el centro del Continente hubo un centro poético, bajo el signo del modernismo, Rubén Darío y Octavio Paz.

Neruda fue un hombre de palabras y acciones. Combinó, como un artesano sabio y paciente, un artesano del tiempo, las palabras para crear voces de celebración y de reclamo.

Vivió también las acciones de solidaridad humana, lo mismo en la guerra civil española, que en su país lleno de promesas. Lo mismo preparando un barco para salvar a españoles refugiados en Francia, que en la formación de una conciencia continental progresista. Sufrió cuando su patria pasó de ser un Vietnam silencioso a una esperanza bombardeada. Neruda fue, es, un poeta de compromiso con las causas del ser humano.

Hace algunos meses, se confirmó la existencia de una partícula que mantiene la unidad de la materia. Hace muchos años, muchos siglos, se descubrió que el elemento para mantener la unidad del espíritu es la palabra. Por eso conmemoramos la muerte del poeta.

A Pablo Neruda no lo cubre el polvo de un país vecino (Machado), sino la tierra de su propia tierra. También lo cubre el coro general de la palabra. Cuando se abre cualquier página de la poesía de Neruda, se revive la permanencia mítica de los hombres en la tierra.



*El autor es senador por Chiapas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Justicia, Paz y Memoria. El Caso de Alberto Patishtán.


 
 
Zoé Robledo*
17 de septiembre de 2013
 
La justicia, siempre convida a la paz. Así de llano, así de cierto.
Por eso es importante la justicia, porque sin ella no hay paz duradera, porque sin justicia crecen los resabios, los agravios perduran y, tarde o temprano, trastocan la vida interna de una familia, de una comunidad o de una sociedad.
 
Justicia hoy en Chiapas es sinónimo de libertad del profesor Alberto Patishtán.
 
Multitud de voces, desde los expertos en derechos humanos, de juristas prestigiados y de importantes actores sociales y políticos de distinto signo, militancia y latitud, cuando analizan con cautela el caso del profesor Patishtán llegan a la misma conclusión: es una injusticia su reclusión.
 
En diferentes foros, medios e incluso desde la tribuna de la Cámara de Diputados y de la de Senadores, se han señalado y documentado las irregularidades e inconsistencias en su proceso, incluso se ha comparado su situación con la de casos que han atraído la atención pública y mediática como el de la ciudadana francesa Florence Cassez.
 
Se ha expresado con claridad que no se respetó el debido proceso, que se violó el derecho de presunción de inocencia, que hubo una actuación diferenciada con respecto a otros coacusados, y sin embargo, sigue en prisión.
 
El profesor Alberto Patishtán está preso desde junio del 2000. Se le acusa de haber masacrado él solo a siete policías y herido a dos personas más en la carretera Simojovel – El Bosque. Desde entonces ha interpuesto recursos ante todas las instancias, hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
 
Pero el 6 de marzo pasado, la Primera Sala de la Suprema Corte rechazó, en una votación muy ajustada de tres votos contra dos, revisar el caso y lo turnó nuevamente a un Tribunal Colegiado.
 
Las víctimas de ese terrible y condenable suceso de hace más de una década, sin lugar a dudas merecen justicia. Pero ésta no se logra con otra injusticia como lo es la sentencia y la permanencia en reclusión del profesor Alberto Patishtán.
 
Desde que empezaron a surgir “presuntos culpables”, es decir documentar el caso de inocentes puestos en reclusión injustamente, hasta las amplias discusiones sobre trascendencia del debido proceso, el sistema de justicia mexicano ha estado bajo el escrutinio público en los últimos años y ha sido destacable el reconocer sus imperfecciones, no por hacer escarnio, sino porque su reconocimiento hace corregir desviaciones.
 
Recordemos, el desafortunado suceso conocido como el “michoacanazo”. En casi pleno período electoral de 2009, se utilizó a la Procuraduría General de la República para investigar supuestos nexos entre autoridades municipales y la delincuencia organizada. Se detuvo a indiciados, se les arraigó, se les inició proceso y posteriormente cada caso fue cayendo por pruebas insuficientes o dichos insostenibles. Uno a uno fueron liberados los detenidos y con ello se derrumbó la pretensión de utilizar a la justicia en terrenos propios de la política.
 
Otro caso paradigmático y de amplia difusión fue justamente en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que Florence Cassez debía quedar en libertad, no porque se presumiera su inocencia o culpabilidad, sino porque se violentó el debido proceso, es decir: no se encontraba presente un traductor en todos los momentos procesales; la detención fue defectuosa, violentando los derechos humanos más elementales;  la actuación de las autoridades ministeriales y judiciales fue direccionada a un prejuicio de culpabilidad, sin respetar el criterio fundamental en toda democracia, la presunción de inocencia.
 
Si contrastamos el caso Cassez, con la injusticia en contra del maestro Patishtán en lo que refiere al debido proceso son exactamente iguales, ambos tuvieron violaciones procesales, se violentaron los mismos derechos. Lo rescatable de la resolución de la Corte en el caso Cassez fue sentar un precedente, en el que el debido proceso es el eje rector de toda valoración judicial respecto de las investigaciones ministeriales.
 
En teoría, el caso de Alberto Patishtán, se debería resolver de la misma manera que el caso de la ciudadana francesa, porque no existe diferencia en términos procesales de las violaciones de los cuales ambos fueron sujetos.
 
Las únicas diferencias entre estos dos casos estriban en la apreciación social de la responsabilidad de cada uno. En que Florence Cassez se encontraba en el lugar de los hechos y Patishtán no. En que el profesor Alberto es indígena y Florence Cassez no.
 ¿Acaso se necesitan embajadas indígenas para que presionen a las autoridades jurisdiccionales a resolver a favor de la condición humana de Patishtán? ¿Acaso su error es ser un indígena indefenso? Por supuesto que no.
 
El 12 de septiembre pasado, el primer tribunal del vigésimo circuito en materia penal, con sede en Tuxtla Gutiérrez, resolvió que después de todo el “debido proceso” no resulta tan relevante y ratificó la sentencia del profesor Patishtán, lo que nos hace pensar que en los hechos se  está validando a un Estado autoritario, que curiosamente se achica frente a los extranjeros y se envalentona ante sus ciudadanos, especialmente aquellos que se encuentran en una situación inequitativa, particularmente por su origen étnico.
 
El tribunal colegiado decidió en contra de un hombre que se enfrentó a gobiernos arbitrarios y fue un perseguido político hasta que lo detuvieron en condiciones de violación de sus garantías fundamentales. Hoy como prisionero político enfrenta los remanentes de ese autoritarismo que tanto anhelamos dejar atrás, de esas viejas prácticas arbitrarias que no respetan derechos y aplican únicamente a los más indefensos.
 
Por múltiples casos como los del profesor Patishtán, pero señaladamente por el suyo, propuse en el Senado de la República incorporar en la constitución un énfasis adicional a la obligación de hacer valer el debido proceso, para que nuestros juzgadores no tengan duda de su relevancia, bajo ninguna circunstancia y que tampoco puedan justificar decisiones políticas bajo el argumento de que se violó el debido proceso, pero “no mucho, solo un poquito”.
 
Dada la realidad que nos asecha y la serie de eventos desafortunados, comparto la idea de que no sobra establecer un mandato explícito en nuestra carta magna que signifique el valor rector, de toda actuación ministerial.
 
Hoy, el caso de Alberto Patishtán se vuelve paradigmático, en donde el énfasis no solo es el respeto a la presunción de inocencia y al debido proceso, importantes en si, sino constatar que estos elementos también son asequibles y representan una garantía para los pueblos y comunidades indígenas.
 
Me uno a las voces que exigen se haga una revisión exhaustiva de los procedimientos y la decisión surgida por el primer tribunal del vigésimo circuito el 12 de septiembre. Debemos estar claros que los formalismos no obstruyen la justicia. Y me uno también a quienes quieren dar paso, por las vías que el derecho también otorga, a hacer justicia a un luchador social, a un profesor indígena y a una víctima de los malos modos y los peores métodos del sistema judicial.
 
Es quizá momento para que el propio presidente de la República tome la palabra y en atención a sus atribuciones, convide a la paz en Chiapas, alcanzando lo que nuestro sistema judicial no quiso o no pudo: justicia para el profesor Alberto Patishtán. Justicia con dignidad, justicia que reconoce las limitaciones de nuestro sistema y otorga el indulto no como concesión del poder a un culpable, sino como reconocimiento extemporáneo de su inocencia.
 
La Justicia convida a la PAZ, eso en Chiapas lo tenemos siempre presente. Es tiempo que la República también lo tenga en su memoria.
 
* El autor es Senador por Chiapas.

sábado, 14 de septiembre de 2013

14 de septiembre la mexicanidad chiapaneca




El 14 de septiembre es el día más significativo para los chiapanecos.  Es el día de nuestra mexicanidad, de una mexicanidad democrática, de una mexicanidad que encierra enseñanzas y valores.
El 14 de septiembre de 1824, los chiapanecos de entonces hicieron valer la voluntad mayoritaria y decidieron libremente ser mexicanos.  Hoy, estamos aquí para celebrar un nuevo aniversario de aquel amanecer del federalismo en nuestra nación.
En 1824 la voz de los chiapanecos se dejó escuchar. A través de un plebiscito, de un ejercicio de consulta al pueblo, los chiapanecos de entonces decidieron ser parte de la nación mexicana. No de Guatemala, no una nación propia, sino parte sustantiva de México.
La Federación de Chiapas a México nos deja para los mexicanos de hoy la clara lección de la importancia de recurrir, en los momentos de las decisiones trascendentes, al sentimiento y la inteligencia colectiva. A sin temor, consultar a la sociedad, al pueblo, para trazar un camino conjunto que evite discusiones tan largas como estériles; y recoja democráticamente la decisión popular afrontar los retos de las décadas por venir.
En Chiapas asumimos sin temores la decisión colectiva para los grandes temas que nos afectan, asumimos el método y asumimos también sus consecuencias.
Hay que tenerlo presente: 1824 eran tiempos difíciles para la joven república mexicana. Había desconciertos y divisiones internas que se sumaban ominosamente a las amenazas extranjeras.
Los signos de la historia no eran venturosos y el porvenir se pronosticaba lleno de adversidades.  Las amenazas recorrían la geografía nacional y la conciencia de los mexicanos.  La integridad del territorio estaba en riesgo y, en la misma medida, la integridad espiritual  se veía seriamente  comprometida.
Los chiapanecos de ese tiempo así lo percibieron. Se incorporaron a la Nación Mexicana con la idea clara de que pasaban a formar parte de un proyecto de comunidad nacional que implicaba esfuerzos mayores.

Sentíamos, sabíamos, que el rumbo era el correcto.
Los chiapanecos NO nos incorporamos a la nación mexicana para ver que podía hacer ella por nosotros, sino para ver cómo podíamos construir juntos una gran patria para todos.
En ese gran proyecto hemos estado atentos y ocupados. Hemos sido partícipes de los momentos más delicados y trascendentes de nuestra historia como nación.  Los chiapanecos de muchos años han hecho patente su valor y su talento en la construcción y en la defensa de la Patria.  Hubo soldados chiapanecos prestos para enfrentar la amenaza de la reconquista; también para detener la invasión norteamericana y para afrontar las acciones del Segundo Imperio.  Hubo también chiapanecos en las causas liberales y republicanas de todo el siglo XIX.
Hoy, Chiapas, debe recuperar ese rumbo.  El rumbo que nos da sentido de unidad, de pertenencia. Es lo que alienta la esperanza y hace vivir con grandeza a los pueblos. Es una percepción, pero es tangible, es una idea pero se puede tocar.

Cuando hay sentido de rumbo hay porvenir. Cuando el rumbo es definido, cuando se navega con firmeza y seguridad, los pueblos en su gran sabiduría lo saben, lo identifican, lo sienten.

Al integrarnos en la Nación Mexicana, como mujeres y hombres de esfuerzos múltiples, también nos contagiamos del orgullo nacional.  Chiapas, en todo su territorio, desde hace ya casi doscientos años, es un baluarte de la Nación, entendida como identidad y pasión por la Patria. Ningún chiapaneco, en ninguna circunstancia, dejará de sentirse mexicano en ningún lugar ni en ningún tiempo.
Por ello, 189 años después nos queda clara la convicción de aquellos chiapanecos.
La decisión soberana del pueblo de Chiapas por ser y pertenecer a la nación mexicana, no es fruto del azar. Se fundó en nuestra historia, en nuestra vocación, en nuestros empeños, y se nutre al menos de cuatro conceptos: La libertad, la responsabilidad, la decisión y el rumbo.
La libertad nos permitió hacer, elegir, valorar sin conflictos ni amenazas.
La responsabilidad nos hizo pensar en el futuro, en las generaciones venideras, en el nosotros antes que el yo.
La decisión nos irradió el carácter, la energía, el empuje por hacer que las cosas sucedan.
Y el Rumbo, el rumbo siempre ha sido México.
Elegimos México porque México era y es nuestro proyecto. No nos sumamos a una nación consolidada y pujante que nos diera cobijo y resguardo. Nos sumamos a una nación incipiente que creciera y se forjara junto con nosotros en un proyecto nuevo, propio. México es nuestro, desde Chiapas animamos su construcción y su progreso.
En Chiapas comienza la geografía mexicana y se inicia la historia de la Nación federada.  En Chiapas comienza el ejercicio de la voluntad popular para ser mexicanos. En Chiapas comienza a sentirse México, con todo su significado.
En un tiempo, Chiapas puso a sus patriotas al servicio de la integridad de la Nación.
En otro tiempo ha puesto, sin regateos de ninguna clase, sus recursos naturales para engrandecer a la república.
En todo momento, los chiapanecos hemos aportado profundos sentimientos de orgullo, de pasión y de solidaridad con la Nación de la que en 1824 pasamos a ser parte de sus constructores.
El peso de la historia hoy nos llama. Esa historia abundante de Chiapas que como bien dice Fedro Guillen “solamente cabe en la pared oriental del Cañón del Sumidero o en la memoria de todos los chiapanecos”.
Por eso el ejemplo de nuestra historia es la fuerza de la conducta de hoy.
Hoy, el país vive nuevas y distintas dificultades. Hay nuevos desafíos forjados por causas complejas.  Se viven retos que solamente se pueden afrontar con decisión y sentimientos patrióticos.
La desigualdad nos marca profundamente y como lo expresa puntualmente José Woldenberg “Extrema riqueza y extrema pobreza coexisten en el territorio nacional y el conjunto de grises intermedios no puede construir un nosotros inclusivo. Por el contrario, lo que aflora y se expresa son la infinidad de "nosotros" particulares, cada uno con sus intereses, expectativas, reclamos y horizontes propios”.
Necesitamos más pensar en el conjunto nacional que en el interés particular. Trascender los intereses parciales, por numeroso que sea nuestro grupo, y regresar a pensar en México.
En Chiapas aprendimos bien desde 1824 que debemos de dejar de pensar en “jalar cada quien para su lado”, pues esa lógica divide el esfuerzo y los logros que se obtienen son a costa de otros. Arrebatar no es construir.
Los derechos y reivindicaciones de grupos, no pueden ser a costa de los derechos y libertades de todos.
En Chiapas compartimos el anhelo nacional por reencontrar la tranquilidad.
Asistimos puntuales a la cita de los destinos patrios. Así, hoy Chiapas asiste con firmeza, con seguridad en esta hora difícil de nuestro amado México, cuando vemos como se lastiman a los pueblos en su esencia básica haciendo del miedo una forma de vida.
No podemos admitir que se juegue con la tranquilidad y la concordia social. No construyen nada positivo los rumores y augurios de desastre o enfrentamiento entre mexicanos solo para sacar raja política para un gremio o un movimiento.
Vivimos, otra vez, tiempos para preocuparnos y construir nuevos compromisos con la Nación.
De la misma manera que en 1824, los chiapanecos pasaron a ser parte de México. Hoy, vamos a refrendarlo con una nueva integración para reparar los tejidos que la Nación demanda. Se hará lo que ordena la República.
En los días de compromiso que habremos de afrontar, estarán los mejores mexicanos. Y ahí, con ellos, nuevamente nos encontraremos.






jueves, 12 de septiembre de 2013

Discurso de Zoé Robledo en tribuna, donde se exhorta a la libertad del profesor Alberto Patishtán como antecedente para reformar el art. 102 Constitucional.



*Con su permiso senador presidente:

Compañeras y compañeros senadores.

La justicia, siempre convida a la Paz.

Por eso es importante la justicia, porque sin ella no hay paz duradera, porque sin justicia crecen los resabios, los agravios perduran, y tarde o temprano trastocan la vida interna de una familia, de una comunidad o de una sociedad

Justicia hoy en Chiapas es sinónimo de libertad del profesor Alberto Patishtan.

Multitud de voces, desde los expertos en derechos humanos, de juristas prestigiados y de importantes actores sociales y políticos de distinto signo, militancia y latitud, cuando analizan con cautela el caso del Profesor Patishtán llegan a la misma conclusión. Es una injusticia su reclusión.

Aquí ya se han mencionado distintas irregularidades e inconsistencias en su proceso. Se ha comparado su situación con casos renombrados mediáticamente.

Se ha expresado con claridad que no se respetó el debido proceso, que se violó el derecho de presunción de inocencia, que hubo una actuación diferenciada con respecto a otros coacusados.





El profesor Alberto Patishtán está preso desde junio del 2000. Se le acusa de haber masacrado él solo a siete policías y herido a dos personas más en la carretera Simojovel – El Bosque. Desde entonces ha interpuesto recursos ante todas las instancias, hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Pero el 6 de marzo pasado la Primera Sala de la Suprema Corte rechazó, en una votación muy ajustada, revisar el caso y lo turnó nuevamente a un Tribunal Colegiado.

Las víctimas de ese terrible y condenable suceso de hace más de una década, merecen justicia. Pero ésta no se logra con otra injusticia como lo es la sentencia y la permanencia en reclusión del profesor Alberto Patishtán.

Desde “presuntos culpables” hasta la trascendencia del debido proceso, nuestro sistema de justicia ha estado bajo el escrutinio público en los últimos años y ha sido destacable el reconocer sus imperfecciones, no por sí mismas, sino porque su reconocimiento hace corregir desviaciones.

Recordemos, compañeras y compañeros el desafortunado suceso popularmente conocido como el “Michoacanazo”. En periodo electoral se utilizo a la procuraduría para investigar supuestos nexos entre candidatos a puestos de elección popular y la delincuencia organizada. Si hubiese resultado que los candidatos en comento eran culpables, esta acción hubiera sido aplaudida, sin embargo en el desahogo de cada uno de los procesos, las pruebas presentadas por el Ministerio Público fueron desechadas una a una, por insuficientes o por insostenibles.
Uno a uno fueron liberados los candidatos y con ello se derrumbó la pretensión de utilizar a la justicia en terrenos propios de la política. Esto no significa que la institución ministerial no contara con elementos bastos y suficientes para presumir la culpabilidad de estas personas sino que no realizó de forma adecuada sus investigaciones.
Por otro lado, tenemos el controvertido caso en el cual la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que Florence Cassez debía quedar en libertad no porque se presumiera su inocencia o culpabilidad, sino más bien porque se violentó el debido proceso, es decir: no se encontraba presente un traductor en todos los momentos procesales; la detención fue defectuosa, violentando los derechos humanos más básicos;  la actuación de las autoridades ministeriales y judiciales fue direccionada a un prejuicio de culpabilidad, sin respetar el mas elemental sentido de la máxima en toda democracia, la presunción de inocencia.
Si contrastamos el caso Cassez, con la injusticia que está a punto de cometerse en lo que refiere al debido proceso son exactamente iguales, ambos tuvieron violaciones procesales, se violentaron los mismos derechos.
Lo realmente  valioso de la resolución de la Corte en el caso Cassez fue sentar un precedente, en el que el debido proceso es el eje rector de toda valoración judicial respecto de las investigaciones ministeriales. En teoría se debería resolver de la misma manera porque no existe diferencia en términos procesales de las violaciones de los cuales ambos fueron sujetos.

Las únicas diferencias entre estos dos casos estriban en la apreciación social de la responsabilidad de cada uno. En que Florence se encontraba en el lugar de los hechos y Patishtán no. En que el profesor Alberto es indígena y Florence Cassez no.
 ¿Acaso se necesitan embajadas indígenas para que presionen a las autoridades jurisdiccionales a resolver a favor de la condición humana de Patishtán? ¿Acaso su error es ser un indígena indefenso?
Si el tribunal resuelve en contra del debido proceso y por ende ratifica la sentencia de Patishtán, nos veremos en la validación de un Estado autoritario que se achica frente a los extranjeros y se envalentona ante sus ciudadanos, especialmente aquellos que se encuentran en una situación inequitativa, en este caso en concreto, dado su origen indígena.
Hoy el primer tribunal colegiado del vigésimo circuito en materia penal, con sede en Tuxtla Gutiérrez decidirá que pasará con la vida de un hombre que se enfrentó a gobiernos arbitrarios y fue un perseguido político hasta que lo detuvieron en condiciones de violación de las garantías fundamentales inherentes a toda persona. Hoy como prisionero político enfrenta los remanentes de ese autoritarismo que tanto anhelamos dejar atrás, de esas viejas prácticas arbitrarias que no respetan derechos y aplican únicamente a los más indefensos.
Por lo antes expuesto, desde esta alta tribuna, valorando las lecciones de los eventos previamente descritos, vengo a proponer incorporar en la constitución un énfasis a la obligación ya existente de hacer valer el debido proceso, para que nuestros juzgadores no tengan duda de su relevancia, bajo ninguna circunstancia y que tampoco puedan justificar decisiones políticas bajo el argumento de que se violó el debido proceso, pero sólo poquito.
Habrá quien diga que establecer esto es redundante, que es un exceso o bien es propio de una legislación secundaria, sin embargo dada la realidad que nos asecha y la serie de eventos desafortunados, no sobra establecer un mandato explícito en nuestra carta magna que signifique el valor rector, de toda actuación ministerial.
Hoy, estamos frente a otro caso paradigmático en donde el énfasis no solo es el respeto a la presunción de inocencia y al debido proceso, de suyo importantes, sino constatar que estos elementos también son asequibles y garantizados para los pueblos y los miembros de nuestras comunidades indígenas.

Es por ello que me sumo a las cada vez más amplias, diversas y enérgicas voces que exigen la libertad del profesor Pathistán para recurrir a todas las instancias necesarias y alcanzar justicia.

Me uno a las voces para hacer un llamado al Poder Judicial y en particular a los Señores Magistrados integrantes del primer tribunal colegiado del vigésimo circuito en materia penal, con sede en Tuxtla Gutiérrez para que resuelvan con apego a derecho y con una amplia visión de justicia el caso de Alberto Patishtán.




También al presidente de la República para qué, con absoluto respeto a la división de poderes, en ejercicio de sus atribuciones constitucionales considere el indulto a nuestro hermano indígena como un mecanismo Restitutivo de justicia.


Es cuanto Senador presidente. Muchas gracias.

*Discurso realizado en pleno del Senado de la República, México D.F. 12 de septiembre de 2013.